9.6.14

"Supongo que este tiempo me lo está concediendo porque le asusta mi estado y no quiere hacerse cargo del porcentaje de responsabilidad que le corresponde. Donde antes había enfermedad, pasión y locura ahora hay esperanza y paz. No me doy por vencida, pero Ale me da un espacio para rever la historia desde otro ángulo, apartada del mundo. Y me veo destrozada, profundamente herida, enclaustrada sintiéndome libre pero sabiéndome esclava. ¿Importa saber cuál es el límite? Yo no lo reconozco, pero mi mente hace un “clic” que indica peligro: “o paras ahora o el suicidio es inminente”. Y ese clic es orgánico, yo no lo elijo; lo hace mi cuerpo por instinto (de conservación, claro). 
Todo en mí me daba signos de inestabilidad, de odio supremo hacia mí misma. Aunque estaba en paz, necesitaba algo de acción. Y no quiero decir que busque los problemas, es algo que yace más allá del límite entre lo moral e inmoral, lo bueno o destructivo para uno. Va más allá de un límite, de cualquiera de ellos. Cuando no estaba con Alejandro me sentía en paz, pero en todo caso las plantas también son pacíficas y libres ¿verdad? Era más bien un vegetal sincronizado con un horario universitario, que reía más de lo que se le pedía solo por no preocupar a terceros. Era una maldita planta, un mentiroso y sucio vegetal. No me alcanzó con haber tenido que mentir toda mi temprana adolescencia con Alejandro y nuestros encuentros, sino que parecía hasta a propósito que tuviese que seguir con esas conductas de preescolar. Claro, él me había enseñado a mentir como si fuese un arte: me instruyó entusiasta y delicadamente. Casi sin saberlo, era una perfecta mentirosa. Una maldita mitómana."
                                                 
                                                                                                                                    -Abzurdah.

No hay comentarios:

Publicar un comentario